Dice Inda que Neymar ha costado mucho más de 100 millones, y para que la mentira sea creíble añade el sueldo del jugador, la comisión de su representante (que es su padre) y hasta una ayuda a las favelas de Brasil o un partido amistoso cuyo importe, televisión incluida, fue para el Barça.
Dice El Mundo que tiene en su poder las pruebas y los contratos entre el club y el jugador, y si no fuera porque en la justicia cada vez creemos menos, nos sorprendería que se filtraran pruebas a un diario desde un juzgado.
Y Rosell se limita a decir que quiere ser llamado a declarar para poder saltarse la confidencialidad prometida, y en lugar de haber presentado una querella un par de horas después de la portada,, como tantas otras veces, se limitó a fingir un enfado, una especie de “ahora no respiro” infantil e inocuo.
Dice Inda, sabiendo que una condena por injurias es la tarjeta a una vida mejor y a oficializar lo que hasta ahora es solo una evidencia, que Neymar cobra 121 millones por 5 años, y vuelve a incluir el traspaso, las comisiones y los amistosos en el sueldo del jugador.
Inda quiere dar a entender que en otro club no se cobran comisiones, los jugadores cobran menos, no hay primas de fichajes y los traspasos (los mas caros del mundo) se hacen sin intermediarios, como en los buenos tiempos, cuando bastaba con retener en Barajas a un jugador con contrato en vigor con otro club y convencer a la autoridad de que quedarse en la capital era la mejor opción para España.
Y dice Inda, el mismo que acusó de terrorista a Pep Guardiola, el que insinuaba que el Barça se dopaba, el que queria parar a Messi por lo criminal sabiendo que por lo civil iba a ser imposible, que “algo huele a podrido en Barcelona”.
Y Rosell, como un pasmarote, como una estatua de sal sin vida propia, mantiene esa sonrisa congelada en el rostro, y se niega a mover un dedo por defender al Barça de los ataques, de las mentiras de los de siempre.
Y mientras Rosell sonrie y calla, los enemigos del Barça(incluyo a farmaceuticos quintacolumnistas) los repartidores de sobres, se carcajean, se burlan y opositan a un puesto de mentiroso mayor del Reino, con un sueldo fijo y primas como los jugadores, y van engordando su curriculum.
Un curriculum que lucen orgullosos, con unos cuantos masters en insultos, un par de cursos de desprecio a Cataluña y una matricula de honor en odio, la asignatura predilecta, la que les puede abrir las puertas de un contrato en un programa que los lleve a la fama, o, si son condenados por defender al que manda, un puesto en lo más alto del equipo que les hace soñar.
Y Rosell, en silencio, se queja amargamente de que nadie ha hecho caso a su proyecto de ampliar el estadio, que solo se llena dos veces al año, y en el que algunos con los carnets de socios fallecidos el siglo pasado continuan haciendo negocio cada partido en las taquillas, y al mismo tiempo construir un pabellón de baloncesto, pero manteniendo la dificultad de permitir a los aficionados llenar ni un Palau de 4000 espectadores.
Algunos aficionados, cada vez más, empezamos a ver el futuro complicado, empezamos a ver los tentáculos blancos volviendo a su mejor época, parecen aflorar de nuevo las bolas calientes y frías en los sorteos, las bolas que desaparecen de la imagen, las miradas de ex jugadores buscando la bolita complicada para unos y la fácil para los de siempre.
Algunos aficionados empezamos a creer en algo más que las casualidades cuando vemos los arbitrajes semana tras semana, desde que ya nadie habla de villaratos porque las cosas vuelven, desde el punto de vista arbitral, a estar “atadas y bien atadas”.
Y algunos empezamos a preocuparnos del futuro de un equipo que envejece sin que nadie parezca ponerse manos a la obra para preparar los fichajes, ni el del central, ni el del delantero centro, ni aparece ningún nombre que ilusione, mientras nuestros rivales se siguen reforzando.
Y sobre todo nos preocupa ver a Rosell, callado ante los ataques, inerte ante los zarandeos verbales de sus enemigos, a los que el ve como rivales.
Nos han declarado la guerra, y nosotros seguimos con el lirio y la sonrisa.
Habrá que buscar un buen afilador.
O cambiar al estratega
