Undiano tiene la culpa de que Busquets haya pisado la cabeza de Pepe, de que el Barcelona no cumpla su palabra de sancionar a un jugador por ese gesto – Vilarrubí dixit- y tendrá la culpa si Del Bosque no aplica a Busi el mismo rasero que sus satélites dicen que aplicó a Arbeloa. Undiano yerrará si Competición no entre de oficio para castigar a un gran jugador que ya es es reincidente en comportamientos censurables, con antecedentes que van desde el noble arte de fingir y la vejación de contrarios, hasta pisar a un rival indefenso en el suelo. Undiano tiene el desliz de que el Barça presuma de valores que defiende con la boca pequeña, porque si creyese en ellos, sería el primero en sancionar y multar a su jugador por manchar la imagen de la institución. Y Undiano, por supuesto, también tiene la culpa de que muchos de los que piden una sanción ejemplar para Busquets sean los mismos que, voz en grito y vena en frente, deseaban que Pepe – ayer peligro público, hoy Bambi- hubiese pisado la cabeza de Messi y no sólo su mano. No se vayan todavía, aún hay más...
Undiano, a un paso del asilo político en Uzbekistán y vivir en un motel de Taskent, tiene la culpa de que los suministradores de estramonio sigan sin asumir que el equipo de su amo es la mitad de bueno de lo que él dice que es. Sólo a Undiano podría achacarse que este Madrid, fuerte con el débil y débil con el fuerte, haya sumado en Liga 1 simple punto de 12 posibles ante Barça y Atlético. Undiano tiene la culpa de que Xabi Alonso, Emidio Tucci con la pelota y aizkolari sin ella, arrollase a Iniesta en un error impropio de su experiencia. Undiano tiene la culpa de que Sergio Ramos, el jugador más expulsado de la historia del Madrid, con tantas rojas a sus espaldas como partidos memorables, derribase a Neymar dentro del área. Undiano tiene la falta de que el excepcional defensa use el término premeditación y exija la recusación de un compañero 'por el bien del fútbol y del Madrid' – por ese orden-, y tiene la culpa de que Ramos diga que no se calla una más cuando él calló, como meretriz agradecida en misa, en el Martínez Valero o el Calderón. Aún hay más...
Undiano cometió el delito de permitir que Cristiano Ronaldo, el hombre que emocionó con sus sinceras lágrimas tras el Balón de Oro, vuelva a enseñar la patita -Espejito, espejito-, dijese que el Barça jugó con doce y que el árbitro no tiene nivel, sin que ningún periodista tenga las pelotas y el balón de preguntarle, exactamente, qué nivel tuvo el portugués comparado con el de Messi. Undiano tuvo el grosero e imperdonable error de no pitar el final del partido justo después de conceder un penalti fuera del área, coronado por una celebración moderada de ese Jerjes de la modestia que se señala a sí mismo cuando marca y señala a los demás cuando pierde. Undiano tiene la culpa de que René Ramos use su Twitter en un intento desesperado por salvar el pellejo de su hermano ante su enésima expulsión y tiene la culpa de que Guti, encargado de enseñar a niños en la cantera del Madrid, predique con el ejemplo usando su perfil público para echar mierda al colegiado. Y a Undiano, faltaría más, se le podrá imputar que Competición no sancione las declaraciones de CR7 y Ramos, para que este Madrid pueda seguir disputando y quién sabe si ganando, una competición que ambos consideran fraudulenta, adulterada y podrida. Aún hay más...
Undiano cometió el pecado de contribuir a que a este Madrid le tengan supuesta envidia, en un complot mundial, FIFA, UEFA, RFEF, LFP, AFE, Unicef – que no falte- y Naciones Unidas, ahora algo distraída con esa menudencia de Crimea, pero que, en sus ratos libres, destina todos sus esfuerzos a torpedear el proyecto de Florentino. Y Undiano tiene la culpa de que parte del madridismo, tras consumir la propaganda corrosiva del régimen, haya olvidado la autocrítica y se haya refugiado en placebos arbitrales, en una montaña de excusas para tapar la lluvia incesante de millones gastados, por ahora, sin resultados.
