El sol se abría hueco entre algunas nubes sobre la ciudad condal cuando el coche de Sandro Rosell se detuvo en la puerta del restaurante “The Mirror”. Al por aquel entonces presidente blaugrana le acompañaban dos directivos de su junta. Recorrieron los metros que les separaban de la puerta del local entre vítores y aplausos de los aficionados que les instaban a “darles caña”, cuanta inocencia. Ese día era el 3 de mayo de 2011 y el ensanche barcelonés estaba tomado en esa zona por banderas blaugranas y señeras catalanas enarboladas al grito de “presidente, presidente...” Faltaban pocas horas para que se disputase el partido de vuelta entre Barcelona y Real Madrid que determinaría el finalista de aquella magullada Champions.
Tuve conocimiento hace unas semanas, a través de una persona ligada al servicio del restaurante, que Sandro Rosell había escogido el sitio para almorzar con la directiva madridista, no por la reputación del local, ni tan siquiera por las condiciones del menú, sino por su decoración y por su nombre, “The Mirror”, traducido al español significa... El espejo. Un lugar idóneo para obtener un reflejo. Rosell se había asegurado personalmente, unos días antes, de que el lugar mantenía la decoración inspirada en un blanco impoluto. A varias horas del momento establecido para el punto de encuentro entre ambas directivas, un empleado blaugrana llamó por teléfono al restaurante para pedir que las mesas reservadas fuesen bañadas por flores de decorativas de color violeta en señal de “admiración y respeto” hacia sus invitados.
No hacía ni una semana de la famosa rueda de prensa de Mourinho en la que hacía su particular alegato contra Guardiola y el Fútbol Club Barcelona después de haber sucumbido por cero goles a dos en el Santiago Bernabéu. Aquella noche el técnico portugués atacaba con toda su furia a la UEFA, a los cimientos del club catalán y a sus logros cosechados en los últimos tiempos. Tras el desahogo biliar de Mourinho, la institución merengue representada por Florentino Pérez, no solo no reprendió la actitud de su entrenador sino que la secundó denunciando ante la UEFA a varios jugadores del club azulgrana por conductas antideportivas movidas por la intención de “inducir el error” en el árbitro. La respuesta de la junta culé ante las acusaciones vertidas por Mourinho fue denunciarle ante el organismo regulador del fútbol europeo, y la respuesta a la denuncia madridista fue ponerle flores violetas sobre mantel blanco en la comida de directivas previa al encuentro de vuelta.
La admiración inicial que el presidente Blaugrana tenía por su homólogo madridista jamás fue recíproca. Los acontecimientos desatados por el técnico luso durante sus ruedas de prensa fueron provocando que ese respeto traspasase rápidamente la fina línea que lo separa del pavor. La presencia física de Florentino Pérez ante Sandro Rosell llegó a desencadenar actitudes infantiles en el dirigente azulgrana. La tensión que expresaba el ex presidente del Barcelona momentos antes de la llegada de Florentino a aquel restaurante alcanzó tal punto que ordenó a los camareros que no sirviesen bebidas alcohólicas a los miembros de su junta por si soltaban alguna opinión inoportuna durante la comida. Florentino Pérez y algunos de sus acompañantes entre los que se encontraban Fernández de Blas, Gómez Montejano y Enrique Pérez, se permitieron durante el encuentro dar consejos de dirección deportiva y económica a sus homólogos culés obviando la tensión del momento. La comida puso de manifiesto una tremenda desigualdad moral entre ambas directivas y una postura paternalista de Florentino hacia Rosell que hacía recordar la relación que pueden tener un “padrino” y su ahijado.
De aquellos polvos vienen estos lodos, porque esta junta directiva azulgrana ha perdido cualquier retazo de autoridad moral para enfrentarse directamente al Real Madrid. Por eso habla de mano negra aunque su deseo verdadero sería gritar mano blanca. Porque la desesperación de sus propios errores les invita a hacerlo, pero su cobardía acumulada se lo impide. Esta junta perdió la capacidad de reacción entre cínicos formalismos, apretones de manos y arroz "socarrat" con gambas. Mientras la reputación de Pep Guardiola era destrozada, los directivos de ambos clubes brindaban con copas vacías de cava. Mientras los jugadores azulgranas eran cobardemente denunciados, la preocupación de su presidente se centraba en la decoración de los restaurantes. Mientras los títulos del club eran despreciados, sus ejecutivos eran anímicamente sobrepasados. Mientras Florentino acarició el gato blanco en un oscuro despacho, Rosell lo recibió en el ensanche con flores moradas. Los directivos azulgranas no movieron un solo dedo para romper las relaciones con el Madrid cuando el objetivo de los ataques eran jugadores e institución, pero las cosas han cambiado, ahora se pone en tela de juicio su propia gestión en los medios de comunicación, ahora los atacados son ellos, ahora si se defienden insinuando una conspiración indemostrable por anacrónica.
