Hace apenas diez días, la temporada del FC Barcelona podía tener valoraciones muy distintas en función del rendimiento del Atlético de Madrid, en sus últimos 180 minutos de competición oficial. Jueces en Liga y Champions, los colchoneros se convertían en los encargados de ponerle adjetivo a las campañas de Barça y Real Madrid, interponiéndose entre ambos equipos y los títulos a los que estos optaban. La gasolina de los hombre de Simeone parecía escasear como para solventar con éxito sendos compromisos, no obstante, la raza y la entrega que han demostrado los rojiblancos durante todo el año, hacía creíble cualquier tipo de proeza. Finalmente de todas las posibilidades que nos ofrecía el final de curso, se ha consumado la más temida para todo los seguidores barcelonistas, puesto que el Atlético de Madrid se ha convertido en el verdugo de un Barça decepcionante y en el reo de un Real Madrid, que ha vivido durante tres semanas por y para el compromiso de Lisboa.
La victoria de los colchoneros en Champions, hubiera anestesiado de alguna manera un final de temporada doloroso, para los que hemos vivido durante esta campaña la decadencia azulgrana, y de hecho poco ha faltado, puesto que como ya ocurriera en 1974, un gol sobre la bocina ha alejado a los rojiblancos, de poder celebrar una victoria antológica a base de lucha y pundonor. El Real Madrid ya tiene su ansiada y omnipresente décima, la que año tras año aparecía en los discursos de Florentino Pérez a modo de promesa electoral, la que se resistía temporada tras temporada ante la desesperación del “mandamás” blanco, capaz de tirar por la borda la imagen del club contratando a Mourinho para la causa. Finalmente y a modo de lección, no han sido ni la arrogancia ni las malas maneras del portugués, las que les han otorgado al club su deseada “decima”, ha tenido que ser un hombre respetuosos el que entregue en volandas una nueva Champions al madridismo, la misma afición que hace bien poco daba el visto bueno al “todo vale” si era la clave para frenar al Barça.
Con el triunfo blanco se añade más presión si cabe a la labor de Luis Enrique como nuevo entrenador culé, puesto que a pesar de que los éxitos ajenos no deberían influenciar en el trabajo propio, todo seguidor barcelonista esperará que el nuevo y renovado Barça, pueda desbancar al Real Madrid del reinado en Europa. Graso error bajo mi punto de vista, puesto que creer que se puede repetir la hazaña llevada a cabo por Guardiola en su primera temporada, resulta tan excitante como poco probable.
A la desagradable sensación de impotencia ante la victoria del Real Madrid, debemos sumarle un fuerte sentimiento de culpabilidad, puesto que a pesar de que los blanco no han eliminado al Barça en su camino hacía Lisboa, la mala temporada de los azulgranas nos les ha permitido interponerse entre el conjunto madridista y su ansiado trofeo.
A partir de hoy comienza la era “postdécima”, ya que el madridismo se ha arrancado la dichosa etiqueta que lo ha acompañado durante más de una década, lo que está por ver es el efecto que tiene dicho acontecimiento en el futuro del equipo blanco, puesto que si Florentino ve saciada su sed de protagonismo con este título, es probable que el equipo no se refuerce como es debido el próximo verano, conformando de nuevo un conjunto mortal de necesidad en las competiciones del KO, pero deficiente en cuanto a regularidad se refiere. No hay que olvidar que el Real Madrid, se ha quedado a tres minutos de cerrar la temporada con un suspenso como nota media, el destino ha querido que la tragedia se convirtiera en festejo, pero esto no debería evitar que se lleven a cabo las mejoras necesarias para asegurar la continuidad de una época dorada para el madridismo, algo que se debió efectuar en Can Barça el curso pasado pero no se creyó conveniente… y así nos ha ido.
