El caso Neymar ha vuelto a destapar un pulso paralelo al de la propia investigación jurídica, y es el de descubrir realmente quién es el futbolista mejor pagado del mundo. Lo extraño no es que esa competencia paralela exista entre los jugadores y quienes gestionan sus ganancias, sus agentes o sus entornos personales, sino que se hayan entregado a ella sus clubes, como si ya no bastara con tener al mejor, sino ser también el que mejor le paga.
Antes de que la suma de contratos revelara que el coste de Neymar había sido realmente más alto, que la suma de partidas invertidas en su incorporación superaban claramente los 57 millones declarados oficialmente por Sandro Rosell, y que alguna de ellas pudiera tener la consideración de salario encubierto, fue la renovación de Cristiano en el Madrid la que provocó su comparación Messi, que lo había hecho meses antes con el Barcelona. Por las cifras manejadas, el portugués pasaba a ser el mejor pagado, en la cota de los 20 millones de euros netos por temporada.
La primera reacción del club azulgrana, por parte del vicepresidente económico Xavier Faus, tenía todo el sentido: ¿Por qué vamos a renovar el contrato de un futbolista que acabamos de renovar? Le sobró, en todo caso, el tono irónico y distante, al referirse a Messi como "ese señor". La estrella contestó desde Argentina y, acto seguido, Rosell salió a escena para corregir a su directivo, decir que se revisaría la situación del futbolista y asegurar: "Messi será el jugador mejor pagado del mundo". Se trataba de una muestra absoluta de debilidad por parte del club que constataba una realidad: está en poder de su estrella.
Ante las revelaciones del caso Neymar, y de las cifras expuestas por el nuevo presidente, Josep Maria Bartomeu, en rueda de prensa, la renovación del argentino parece haberse convertido en una urgencia sin que realmente se haya podido demostrar que algunas de las cantidades pagadas puedan considerarse como salario. Messi renovó el pasado año por unos 15 millones de euros netos, y las cifras que se barajan para su mejora es de unos 20 millones de euros más objetivos, lo que podría situarle en torno a los 25, por encima de Cristiano. En su último contrato, además, conservaba el 100% de sus derechos de imagen.
Cuando Rosell era aspirante a la presidencia, en sus contactos se mostraba contrario a las renovaciones constantes, algo que tampoco complace a Florentino Pérez, precursor de retener parte de los derechos de imagen de los futbolistas y optimizarlos a través de la maquinaria de marketing del club, cuyos ingresos superan ya en el caso del Madrid a los procedentes de los derechos de televisión, un éxito de su gestión y de la de José Ángel Sánchez. En las nuevas renovaciones, esas partidas vuelven a estar en cuestión.
Como vicepresidente deportivo, Rosell la había sufrido ya con Ronaldinho, renovación tras renovación. Ahora las padecerá su heredero, como sucede en el Madrid. La dinámica es difícil de regular, pero es necesario hacerlo, por el equilibrio presupuestario y el de los vestuarios. El fútbol es de los futbolistas, suele decirse, y es cierto, pero los clubes no son de los futbolistas, sino de sus aficionados y socios. Quizás un buen comienzo sea dejar de presumir de 'bienpagaos', sólo de grandes jugadores.
