Hablar de la pasada temporada, y especialmente a partir de la recaída de Tito Vilanova, es complicado y puede llegar a ser injusto. Tratando de aislar el fútbol de todo lo demás (lo de fuera, lo de antes y lo de después), sería más o menos fácil identificar, tras un periodo de simple competitividad, la consolidación del equipo. Una de las claves de dicha consolidación fue la posición de Andrés Iniesta en la banda izquierda del tridente ofensivo. Su matizadísima demarcación de extremo izquierdo fue la explicación de la mayoría de aspectos positivos durante los meses de mejor juego, pero también la de alguno de los mayores problemas cuando empezó la caída. Caída que en lo -repetimos- estrictamente futbolístico, suele identificarse con la ausencia de profundidad arriba (que la había) pero que sin embargo en estas líneas identificaremos más atrás. En la salida.
Cruyff tuvo a Koeman, Van Gaal a Frank de Boer y Guardiola a Márquez, pero no vamos a caer en el error de reducir la cuestión a lo individual porque, mismamente Pep, en tres de sus cuatro temporadas en el banquillo del primer equipo del Barça, no contó con la presencia del mexicano. En una de esas tres estaba, pero no en una versión competitiva. Por lo tanto no lo reduciremos al intercambio de cromos, porque a Márquez lo sustituyó Piqué -o Puyol- pero su papel lo asumió Xavi.
Con el Xavi menguante de las últimas temporadas, el Barça en salida se ha quedado sin futbolista dominante ni mecanismo que se sobreponga. Si el rival aprieta arriba, ahoga, y el equipo tiene que echar mano de Iniesta. Es lo más seguro que les queda a los azulgranas jugando a no perderla. Nos encontramos de bruces con el problema: Si Andrés es clave desde su posicionamiento arriba porque permite que el equipo se agrupe cerca del área rival, pero al mismo tiempo es necesario atrás, el planteamiento se agrieta. Andrés baja, el Barça consigue salir, pero ya no hay ventaja por delante, el ataque se establece demasiado lejos del portero adversario y así es muy difícil que lleguen las ocasiones de gol.
Todo esto lo recuperamos porque ahora Iniesta ha vuelto a ser clave desde el “extremo”, porque durante algunos partidos ha brindado desde ahí las mayores ventajas, pero también porque ante el City volvieron a aparecer los antiguos problemas del ajuste. Por eso y porque ahora que vuelve Neymar hay que ver como se le acomoda y este es un tema relevante que introducir al debate. El equipo de Pellegrini volvió a enfrentar a la salida de balón del Barça con un físico de primer nivel. El técnico chileno no dispuso un entramado demasiado complejo en la defensa de ese primer pase, pero le bastó. Dos para dos con los centrales, dos para dos con los laterales y dos para dos con los interiores. En medio de todo un Busquets que debía incrustarse entre Piqué y Mascherano, era superioridad numérica atrás y por lo tanto permitía la salida, pero dejaba de serlo en mediocampo. A la escalera le faltaba un peldaño. El Barça encontraba el primer pase pero le costaba más cruzar la divisoria. El peldaño lo trajo Iniesta, desde la delantera, asumiendo un rol más de interior que de falso extremo. Con Andrés atrás, se perdía a Andrés arriba, que es donde su posición tanto le estaba dando a Martino.
El Barça necesita a un Iniesta implicado en la salida de balón a falta de otra pieza que se imponga. La superioridad 3 x 2 que dibuja Busquets cuando se mete entre centrales, apenas sirve para algo más que para sacar un primer pase a un interior marcado. No hay hombre libre útil porque el central, con balón, no es ventaja. Al rival no le preocupa que Piqué o Mascherano se incorporen en conducción a la línea de medios. El 3 x 2 en primera fase permite una superioridad que no puede ser aprovechada, a cambio de una inferioridad donde sí se podría sacar rédito. Es una ventaja ficticia.
