El habitual 4-3-3 del Real Madrid fue sobrepasado en el clásico por la superioridad numérica del Barça en la zona de creación
El 2-2 de Messi fue el gol del destino: expuso al Madrid a la fatalidad de su centro del campo, demasiado escaso para soportar una invasión sin una cuota de buena fortuna.
Un aire de resignación existencial impregnó el vestuario local del Bernabéu durante el descanso del último clásico. La clase de abatimiento que sacude a los grandes equipos cuando descubren que, vedado el acceso a lo sublime, no queda más remedio que luchar por la subsistencia. No hay cosa que decepcione más a un gran competidor que la idea de abocarse a una vida práctica. Durante semanas, Cristiano, Ramos, Pepe, Alonso, y la mayoría de sus compañeros, soñaron con encontrarse a un Barcelona deshecho por el envejecimiento y los conflictos internos. Pensaron que si el rival se presentaba en Chamartín como lo hizo en Valladolid o en Anoeta tendrían una ocasión —tal vez la última— de golearlo. La idea de cobrarse una buena revancha tras las humillaciones sufridas desde 2004 animaba a los madridistas. Por momentos, tras el 2-1, aquellas impresiones se hicieron palpables en el campo. Durante un rato el Barça dio la impresión de naufragar y todos soñaron con una victoria aplastante. La euforia duró hasta el minuto 42. Hasta que Messi hizo algo que los testigos describen con el tono supersticioso conque los futbolistas evocan las hazañas de ciertos colegas a los que rinden su admiración.
Mientras una parte del público pensaba en la tangana de Cesc y Pepe, los profesionales en el vestuario del Madrid le daban vueltas a lo sucedido con la pelota en juego. ¿Cómo hizo Messi para pasarle el balón a Neymar con la pierna derecha, después de que Ramos, persiguiéndole, le hiciera falta? ¿Y cómo hizo Messi para intuir que Carvajal se anticiparía a Neymar y que el balón quedaría suelto en el área antes de correr a por él, llevárselo pegado a la bota y meterlo en la portería como un niño que hace un gol en el recreo, pero con la oposición tenaz de Ramos, Marcelo y Pepe? El 2-2 evidenció que la goleada soñada sería imposible porque Messi estaba resuelto a impedirlo. En lugar de eso, el Madrid se vería abocado a todo eso que el entrenador, Carlo Ancelotti, había intentado prevenir con la ayuda del liderazgo de Xabi Alonso: que el Barcelona no explotara su superioridad numérica en el centro del campo, aflorando problemas que se manifestaron por última vez contra el Athletic, el Villarreal, y el Atlético de Madrid.
Desde hacía semanas Alonso —en calidad de portavoz oficioso de los defensas— advirtió a Ancelotti que el equipo se rompería si los atacantes no ayudaban más al centro del campo contra adversarios potentes. Los antecedentes invitaban a pensar en ello. Según fuentes del vestuario, el Athletic los sobrepasó en San Mamés por el despliegue de sus volantes, a los que les faltó buen pie para hacerles más daño. El Villarreal los superó también, con volantes de gran calidad, pero sin profundidad. Finalmente, el Atlético se impuso en el medio campo con una mezcla de calidad y profundidad que los había dejado en evidencia. Pepe, Ramos, Alonso, Modric y Di María sintieron que no daban abasto si Bale o Cristiano no les echaban una mano cerrando las bandas, como hacen Iniesta, Pedrito, Ribèry, o Robben en otros equipos.
Antes del clásico hubo novedad: Ancelotti mandó a Cristiano y a Bale a que ayudaran a Carvajal y Marcelo en las bandas. Cristiano no tardó en descolgarse y Bale, más disciplinado, bajó. Se quejan los defensas de que Bale, a pesar de replegarse, lo hizo de forma testimonial, sin meter la pierna. Recuerdan que el 0-1 y el 3-4 llegaron por su costado.
Ancelotti lo justifica. Advierte de que Bale es un atleta demasiado pesado, un sprinter que, igual que Cristiano, lleva años acostumbrado a vivir a la espera. Reeducarlos para hacer esfuerzos continuados, a su edad, con su categoría, es una quimera que solo sirve para desgastarlos mermándolos físicamente a la hora de atacar. Bale acabó el clásico asfixiado y, aunque Ancelotti ha trasladado a la directiva que su presencia desequilibra al equipo, debe jugar por la estrategia del club.
El plan de Ancelotti consistió en esperar al Barcelona atrás para buscar la contra. El técnico cree que, con esta plantilla, era la opción más “competitiva”, y que con Isco o Illarra entre los titulares la superioridad del Barça habría sido total. El 2-1 animó a todos a pensar que aquella visión se concretaría en un gran éxito. Dicen en la plantilla que al Madrid le faltó suerte para concretar el 3-1 y que, en plena refriega ocurrió algo sobrenatural. Messi se hizo con la pelota como si llevara un imán y metió el 2-2.
