En el día después de un Clásico apasionante, con los ingredientes perfectos para explicar porqué nos gusta tanto este deporte, las rajadas de Sergio Ramos y Cristiano han logrado distraer la atención de lo futbolístico para poner el foco en la actuación arbitral. Y es un error grave, gravísimo. Entiendo las declaraciones en caliente de los jugadores nada más pasar por la ducha; comprendo que puedas estar disgustado por lo que te ha parecido ver sobre el terreno de juego y lo expreses ante el primer micro que te ponen delante en la zona mixta. Es humano y comprensible.
Lo que no comparto para nada y me parece impropio de un club grande como el Madrid es intentar buscar presuntas manos negras, campañas organizadas por no se quién para evitar que el equipo blanco consiga los títulos por los que pelea esta temporada. A Cristiano habría que preguntarle si tiene pruebas para acusar a alguien de desear y poner todos los medios posibles para que su equipo no gane nada. Y a Ramos, que pidió que Undiano no vuelva a pitar al Madrid, habría que recordarle que este árbitro fue el mismo que permitió una agresividad excesiva a su equipo el día que ganaron en Mestalla la final de la Copa del Rey. Hubieran quedado mucho mejor los dos si hubieran reconocido que no habían tenido su mejor día en el campo y fueron, en gran parte, responsables de la derrota de su equipo. Mucho más de lo que lo fue el árbitro.
Ayer le tocó al Madrid, pero es que hace varias semanas la presunta mano negra la veía Simeone con el Atlético y en el peor momento de la temporada para el Barcelona jugadores como Xavi o Alves salieron públicamente a rajar de los árbitros. Ya está bien. Repito que la rajada puntual es humana y casi inevitable, pero intentar buscar conspiraciones para tapar las carencias y los objetivos no cumplidos es de perdedores y malos deportistas. Y alguien, fundamentalmente el Comité de Competición, tiene que actuar.
En directo, la única acción que realmente se tragó el árbitro fue el lamentable pisotón de Busquets a Pepe después del segundo tanto del Barcelona. Sinceramente era imposible verlo con el lío que se montó, pero eso no quita que la acción define al personaje: un futbolista con conductas antideportivas, mal compañero y al que en Barcelona se le ríen las gracias con demasiada facilidad. La cara de Iniesta, que fue de los pocos que se percató de la acción en vivo, era de asombro por la ida de olla de su compañero. El manchego si representa los valores de los que presumen los barcelonistas; Busquets no. Por mucho que le rían las gracias.
A pesar de la derrota el Madrid sigue vivo y con aspiraciones en todas las competiciones. Ahora puede optar por dos caminos: lamerse las heridas arbitrales y gastar fuerzas en pregonar presuntas campañas que solo sirven para distraer la atención o remangarse para resolver las carencias que ha mostrado en casi todos los partidos grandes de la temporada. Espero que Ancelotti pierda un rato de esta semana para explicar a Ramos y a Cristiano que el camino es el segundo y no el primero.
