Aunque Pep Guardiola esté a más de mil kilómetros de distancia, ya no tenga vínculos profesionales con el Barça, ni tampoco ninguna implicación en la liga española, que salga su nombre provoca en algunos una necesidad de salivar realmente sorprendente. El miércoles por la noche en Tiki Taka hacían un ranking de las diez polémicas más sonadas en los clásicos. En el número dos (es decir, casi la más grave) encontraron una jugada de la temporada 96-97 donde Guardiola daba un golpe en la cara a Suker en una jugada.
El placer de los contertulios de descubrir ese gesto, reprochar a Pep que era un "guarrete jugando", criticar su actitud y desprestigiarle les provocaba auténtico placer. Se regodeaban en la imagen. Ayer al mediodía, Pedrerol en Jugones decía que deseaba que Guardiola volviera al Camp Nou con su Bayern porque tendría mucho morbo ver el encuentro del técnico con Messi. Le apetecía porque como asegura que estuvieron meses sin hablarse, eso tendría gracia. En ese mismo informativo dedicaron un vídeo a Simeone para demostrar su buena sintonía con Mourinho. Pero ¿qué destacaba Pedrerol del vídeo? Pues que Simeone le lanzaba chinitas a Pep.
Este era el atractivo suplementario del montaje. Y veíamos como en una entrevista le preguntaban a Simeone por el Bayern y él decía que le gustaba más el del año pasado. También en laSexta Deportes, hablando del futuro de Tata Martino, incluían en pantalla el rostro de Pep. ¿Por qué? Porque en realidad querían hablar de los motivos por los que se fue Guardiola… y lo de Tata vende más si pones el careto de Pep al lado, que si lo pones solo.
No se han olvidado de Pep, especialmente cuando implica sacarle trapos sucios: que si dio un codazo en el año 97, que si no se habla con Messi, que si a Simeone no le gusta… Guardiola tiene un morbo añadido mediáticamente, que se acentúa para calentar el clásico. Cuestionar al técnico implica malmeter contra el Barça. Es la prueba que, por más kilómetros de distancia que se aleje, el peso de sus éxitos algunos no se lo perdonan y sienten una necesidad ridícula (e inútil) de vengarse
