“No nos maten, no nos den por muertos aún”. Las palabras entonadas por Mascherano antes del partido de vuelta ante el City, las hizo buenas ayer un Barcelona que asaltó el Bernabéu para reengancharse a la Liga. Mucho se habló en la previa que se reunían todos los condicionantes para devolver, de una vez por todas, los castigos infligidos por el Barça en los últimos años y, a su vez, descartar al rival por el título. Prensa, afición y entorno blanco hablaban de paseo triunfal de un Real Madrid lanzado, que no perdía un partido desde hacía una vuelta (el 26 de octubre en el Camp Nou) en ninguna de las competiciones, ante la versión más terrenal de los azulgrana del último lustro. En el campo, hablaron los futbolistas. Por encima de todos, Messi e Iniesta.
El minuto de silencio en honor al fallecido expresidente Adolfo Suárez fue el claro contraste del efecto montaña rusa que tuvo el clásico: intenso, eléctrico, desbordante, con altibajos emocionales según el resultado que se reflejaba en el marcador y con intercambio de golpes desde el inicio hasta la conclusión.
No sorprendió el Tata, alineando a todos los bajitos y a Neymar, que ocupó la banda derecha en detrimento de Pedro. Pese a asistir a Messi en el empate a dos y provocar el penalti y posterior expulsión de Ramos, el brasileño firmó uno de sus peores partidos como azulgrana. Excesivamente apático, apenas conectó con sus compañeros, erró dos claras ocasiones y el desequilibrio que se le supone brilló por su ausencia. En su defensa, decir que no ocupó su demarcación habitual y que entre él y Alves se las tuvieron que ver con Marcelo, Di María y Cristiano Ronaldo.
Tampoco lo hizo Ancelotti, con su once de gala y yendo a buscar el partido, cómo había prometido en la sala de prensa. Convencido el Madrid de noquear a su máximo rival en la lucha por la liga, salió a apretar arriba a un Barcelona que se refugiaba de la presión con el balón en los pies, paciente y conocedor de que si no traicionaban su estilo, éste no les iba a fallar. Y así nació el 0-1. Fàbregas conectó en tres cuartos con Messi, que alzó la cabeza y vio el hueco que Carvajal había dejado a su espalda a Iniesta. El manchego controló y la rompió de un zurdazo a la escuadra. Minuto 7 y primer mazazo para un Madrid hasta el momento desconectado y que se enchufó gracias a Benzema y, sobretodo, a un espectacular Di María. El 9 blanco venía a recibir de espaldas y daba oxígeno a su equipo y el fideo, multiplicado en defensa, puso en serios aprietos a Alves, cayendo a banda y dando libertad a Cristiano para actuar como segundo punta. Con Alonso y Modric inéditos, el 22 asumió galones.1395613857405
La conexión entre el argentino y el francés se erigió en una auténtica pesadilla para los blaugrana y de sus pies nacieron las mejores ocasiones. A la primera, perdonó Karim, mandando arriba un envío de Di María tras deshacerse de cuantos jugadores le salieron al paso; a la segunda, firmó el empate tras superar a Mascherano en el salto y poner excesivamente floja la mano Valdés; a la tercera, aprovechó otro error del Jefecito para fusilar a Víctor y a la cuarta, Piqué le sacó el hat trick bajo palos. Metió dos, pero pudieron ser hasta cinco, contando un cabezazo tras servicio de Carvajal. En el otro área, Messi cruzó en exceso un pase en profundidad de Cesc y Neymar no supo definir ante Diego López. Y cuando moría el primer tiempo, apareció otra vez Messi para empatar.
El segundo acto comenzó con una cabalgada de Bale, muy gris durante todo el encuentro, que cedió para que el remate de Benzema, que estaba en fuera de juego, lo desbaratara Valdés con una gran intervención. El off side no pitado fue el preludio de la que se le vino encima a Undiano: en diez minutos señaló como penalti una caída de Cristiano fuera del área y expulsó a Sergio Ramos tras cometer penalti sobre Neymar, que en el inicio de la jugada, tras un pase magistral de Messi, había arrancado en línea con Marcelo, el penúltimo hombre del Madrid. Ni Ronaldo ni Messi fallaron desde los once metros. Con 25 minutos por delante, el Barcelona, con un hombre más, supo llevar a su terreno el partido. Entró Varane por su compatriota para apuntalar la defensa y Neymar y Fàbregas dejaron paso a Pedro y Alexis para hacer más ancho el campo y aprovechar la superioridad. Con diez, los kilómetros se dividieron en menos piernas, que a su vez se multiplicaban en esfuerzo, y la frescura de Alexis, y sobretodo de Pedro, fueron claves. Alves pudo meter el cuarto si su chut no se hubiese encontrado con el palo derecho antes que Iniesta viera el pasillo por dónde se metió en el área y sorteó a Carvajal. Alonso metió las dos piernas a destiempo y el bocadillo se transformó en penalti para el 3-4. Messi ajustó aún más el balón que en el primero y, lejos de pedir calma, dedicó la sentencia a los aficionados desplazados a Madrid besándose el escudo. Hasta el final, el Barça se limitó a congelar el balón para no pasar apuros.
Desaparecidos en el campo, Ramos y Cristiano utilizaron el altavoz mediático para señalar a Undiano cómo único responsable de la deshecha de su equipo. Lamentables acusaciones e increíbles excusas las de unos jugadores acostumbrados a callar en la victoria y disfrazar sus carencias y desviar la atención en la derrota, obviando cualquier tipo de autocrítica.
Tras las dudas cosechadas en las últimas semanas, los del Tata se reenganchan a una liga en la que el Madrid ha perdido el liderato en beneficio del rival de su ciudad, el Atlético. Nueve partidos, 27 puntos y un mundo que decidirán el campeón.
