Se puede ganar o perder de mil formas posibles y todas son lícitas. Este es más o menos el argumento que utilizan los defensores de Mourinho para justificar el lamentable juego que practica el entrenador más cicatero del futbol mundial. Escribo esto antes de saber si el Chelsea o el Atlético de Madrid estarán en Lisboa el 24 de mayo. No soy ni aficionado, ni seguidor del Atleti, pero deseo apasionado y de forma ferviente que sean los chicos de Simeone los que estén en el Estadio Da Luz (la casa del Benfica) ese cuarto sábado de mayo. Hay dos razones para alimentar este sentimiento. La primera es que me identifico con todos los valores que trasmiten los jugadores rojiblancos cuando saltan al terreno de juego. La segunda que la propuesta futbolística de Mourinho me parece lamentable, aunque alguna vez acabe de forma sensacional para sus intereses y los de su equipo (Inter de Milán). En el Real Madrid no tienen constancia de ello.
Ayer asistí y participé en un debate muy interesante sobre la diferencia de estilos entre ambos entrenadores. Aunque pueda parecer a simple vista el mismo planteamiento futbolístico, hay diferencias fundamentales que conviene resaltar. Mourinho teniendo mejores jugadores y un presupuesto ilimitado que solo conoce Abramovich, les obliga a defender y destruir. Impone a sus soldados retrasar sus líneas hasta la trinchera. El caso de Simeone es diferente. Tiene buenos jugadores pero poco fondo de armario y lo que hace es construir desde la defensa, no hay pelotazos y cuándo es necesario atacar, se ataca como el día del Barça en la Champions. El Chelsea de Mou aprovecha un resbalón de Gerard o un error de pase para tener una oportunidad de gol. Así sobrevive, como ave de rapiña esperando el descuido o el tropiezo del rival. Sus alineaciones son jeroglíficos incluso para su plantilla y utiliza sus piezas en beneficio propio. Es un entrenador que gana para él, no para el equipo como se demostró en sus tres años en Madrid. El Cholo consigue con su libro de ruta aprovechar las virtudes de su plantilla para hacer mejor a sus jugadores y en consecuencia al equipo. Su notoriedad no se basa en acciones excéntricas, ni en quejas permanentes a las organizaciones, árbitros, compañeros de profesión. Simeone es un hombre de empresa, Mourinho es la empresa de un hombre.
Colocar diez jugadores por detrás del balón y dejar a Torres descolgado como hizo Mou en el Calderón es un acto de tacañería, de mezquindad futbolística. No eran dos líneas de cuatro, era una sola de ocho. El Chelsea utilizó a su equipo frontón, futbolistas con criterio como David Luiz se convirtieron en destructores de balones aéreos. Mou no se protege, se esconde. Algo tendrá que inventar el miércoles en Stamford Bridge porque necesita opciones de ataque, al margen de las jugadas a balón parado. Cualquier gol rojiblanco obliga en exceso a un equipo que odia tener el balón y que registra cuatro bajas importantes: Cech, Terry, Mikel y Lampard. El portugués impone tanto orden que apaga la iniciativa de los creadores, el colectivo es eficaz en la destrucción, ahora eso ya no vale. La retaguardia tiene que tomar la iniciativa, hay que presentar credenciales para llegar a Lisboa. El Atlético y yo visualizamos ese gol que vale doble, quizás no llegue, pero podemos soñarlo. Qué bueno sería ver al Iniesta rojiblanco (Villa, Diego, Koke) quitarse la camiseta y salir corriendo en el último minuto. Es un partido para que aparezcan los fantasmas del pasado porque los del presente ya los conocemos.
