Si el fútbol fuese perfecto, en los primeros 15 minutos el Atlético de Madrid debería haber sentenciado la eliminatoria. El Barcelona fue arrollado por un huracán que desde el principio llevó escrito en la frente la palabra semifinales. Simeone salió con un plan para romper la baraja y los azulgranas sufrieron como ya no se les recordaba. En el inicio del partido, cuando menos importa la forma física fueron superados en todos los aspectos futbolísticos que componen este deporte. Al conjunto colchonero solo le faltó acierto para haber hecho del Barcelona una auténtica carnicería como ocurrió la temporada pasada en Alemania. La suerte permitió al conjunto catalán salir vivo del rodillo pero ni pudo ni supo solucionarlo en los 75 minutos restantes. Una nueva historia legendaria donde fue imposible distinguir quién ocupaba el papel de David y quién el de Goliat.
Era la quinta vez que ambos equipos se enfrentaban esta temporada, el Barcelona afrontó el encuentro como si fuese la primera. Como si el Atleti fuese un equipo desconocido, como si no hubiese exhibido todas sus armas en los últimos enfrentamientos, como si hubiese surgido de la nada. El conjunto rojiblanco salió al terreno de juego con la seguridad completa de lo que tenía que hacer en cada momento, con la convicción de quien se sabe superior, con un guión dirigido desde el banquillo, con un plan, con la protección de sus propias limitaciones. El Atleti le robó el papel al Barcelona mostrando su idea del fútbol sin complejos, sin dudas, sin titubeos.
El Cholo Simeone levantó un monumento a la fuerza de voluntad y a la firmeza con una idea que funciona. Despojó su fútbol de dureza, dejó al adversario sin excusas y liberó a sus jugadores de los complejos más temidos. Tuvo más garra, más fuerza, más valentía, más planificación y mucha más capacidad de improvisación en cada momento. El Atleti tuvo una receta para cada minuto del partido, para cada balón dividido, para golpeo, para cada salto, para cada defensa y para cada acción ofensiva. El Cholo demostró que al campo se salta sin las nóminas, sin la historia y sin marcas publicitarias sobre el pecho. En esta guerra del fútbol los nombres solo sirven para bordarlos en la camiseta. El estadio del Manzanares se ha convertido en el espejo del alma para sus rivales, los despoja de influencias exógenas y los conduce a jugar sobre el terreno de juego al fútbol más puro. Un túnel de la verdad del juego, una máquina de retratar defectos y diagnosticar problemas. Quien quiera conservar una foto de su equipo, que lo enfrente a los colchoneros.
El Atlético de Madrid ataca con todo lo que tiene a sus rivales. Engaña con su historia, confunde con su destino, intimida con su afición y mata con su fe. El partido a partido significa que al fútbol se juega las 24 horas del día y todos los días del año. El triunfo de la voluntad colchonera es una cuestión de confianza y un túnel de lavado para los complejos históricos. Un claro ejemplo de que se pueden transformar los defectos en virtudes, de que se puede convertir el miedo en precaución, las limitaciones técnicas en sentido común, la estrategia táctica en arte de pico y pala. Simeone ha demostrado que se puede ser feliz sudando sufrimiento y que muy pocos jugadores de élite están dispuestos a sufrir tanto para vencerles.
El Atleti hace mucho que dejó de codiciar lo que no tiene, no necesita nada que se halle fuera de su alcance. No busca nada que ya no posea porque sabe moldear sus propios defectos y nutrirse de los defectos ajenos. Ha logrado que todos sus jugadores, sus aficionados, que cada cimiento del estadio tengan grabada a fuego la filosofía del técnico argentino. El hecho de que el Atlético de Madrid sea el equipo europeo que más se parece a su entrenador es un claro motivo de que nada en el Manzanares es producto de la casualidad. Ayer hubo un choque de estilos, de historias opuestas, de presupuestos distantes, de caminos inversos; ayer sobre el campo se vio una masacre táctica y humana, una batalla vencida en todos los sentidos porque el Atleti afrontó el partido como lo que era, otra final más disfrazada de rutina. Si alguna duda quedaba sobre el conjunto madrileño, hoy amanecen esfumadas todas porque hoy toda Europa sabe por qué estos tíos son del Atleti.
