Poco o nada podían imaginar Florentino Pérez, Carlo Ancelotti y todo el Real Madrid, que lo que se interpondría entre ellos y la gloria al final de esta campaña, sería un viejo conocido como el Atlético de Simeone. La fantástica temporada realizada por los rojiblancos el curso pasado, podía augurar un buen año para un equipo que para sorpresa de todos, se ha mostrado intratable en todas las competiciones. El partido a partido del “Cholo” ha resultado ser una mágnifica estrategia para construir paso a paso un Atlético campeón, un equipo que lejos de mirar al horizonte, se ha dedicado a afrontar uno por uno los retos que se ha ido encontrando semana tras semana, sumando victorias trabajadas que impacientaban a todos aquellos que aseguraban una y otra vez, que este Atlético tarde o temprano acabaría mordiendo el polvo. Tropezó en dos ocasiones, y para más inri ante el eterno rival en semifinales de Copa del Rey, algo que hizo aflorar para los más inseguros los problemas que ha tenido este equipo antaño, cuando su vecino rico se plantaba enfrente. Nada más lejos de la realidad, dicha eliminatoria tan solo fue un espejismo en forma de derrota, puesto que unos meses más tarde, esos 180 minutos de desconcierto son la única razón por la cual los hombres de Simeone no pueden optar a un triplete majestuoso.
Innumerables han sido las victorias por la mínima, que obligaban a imaginar que el día menos pensado este equipo despertaría de su sueño, pero el mismo Atlético capaz de sufrir en casa frente a Granada o Levante, ha logrado vencer con solvencia en Stanford Bridge en toda una semifinal de Champions League, como si se tratara de un escenario de sobras conocido por él. A 270 minutos de poder levantar Liga y Liga de Campeones las piernas siguen sin temblarle, tirando de casta, entrega y fútbol, mucho fútbol, porque este Atlético ha demostrado que como bien decía Michael Robinson es un equipo para todo, un equipo que defiende aguerrido como el Chelsea, que es capaz de contraatacar como el Real Madrid, y que en ocasiones y como ha demostrado ante los londinenses también sabe hacer del campo un rondo gigante emulando las mejores noches del FC Barcelona.
No nos engañemos, la final de Lisboa tiene un claro favorito, el Real Madrid. El partido podría ser un calco de la final del año 2000, en la que los blancos doblegaron con facilidad al Valencia, en un partido donde a los hombres de Cuper acusaron en demasía la presión de tal evento, para entregar en bandeja “la octava” al conjunto merengue. No obstante, como decía el recientemente desaparecido Vujadin Boskov “Fútbol es fútbol”, de manera que en 90 minutos y con dos equipos que se conocen a la perfección frente a frente cualquier cosa es posible.
Ahora mismo y en clave azulgrana, no queda más que encomendarse a Simeone y a los suyos, puesto que lo que ha sido una temporada negativa a todos los niveles puede convertirse en una pesadilla si el conjunto blanco logra hacerse de una vez por todas con “la décima”, trofeo omnipresente año tras año que tarde o temprano acabará por llegar, pero que como es evidente cuanto más se demore mejor.
Sea lo que fuere lo que le tenga reservado el futuro a este Atlético de Madrid, lo que no deja lugar a dudas es que la afición rojiblanca rendirá homenaje al equipo que los ha devuelto al clímax futbolístico, puesto que incluso en caso de no lograr ninguno de los dos títulos a los que aspira, nadie podrá acusar a ningún jugador colchonero de no dejarse la piel sobre el césped, cualidad que Simeone ha sabido inculcar a los suyos y que tanta falta ha hecho esta temporada en un equipo como el FC Barcelona, la potencia sin control no sirve de nada, pero el control sin potencia ídem de ídem.
