Los atléticos, que en materia periodística siempre tienen la turbadora sensación de sentirse extranjeros en Madrid, han padecido diferentes epidemias mediáticas: primero sintieron el desprecio sin motivo alguno; luego el trato de favor sistemático en favor del vecino; después sufrieron el abandono que merece el perdedor; más tarde, soportaron que les diseñaran el traje de Pupas; y ahora, cuando Cholo ha volteado esas patrañas, tienen que aguantar que sus fiscales les arroguen el traje de favorito. Paradojas de la vida: los creadores de “Ya caerá el Atleti”, después de 31 jornadas, viendo que las hojas del calendario avanzan y que el personal no afloja, se han visto obligados a recular en aras del negociado. Cambio de chaqueta: de desprecio sistemático a ofrendas florales. Caray.
Así funciona el negocio, pero no Simeone. Él trabaja para levantar títulos, no para contentar oídos. No se recrea en las portadas, sino en el sentimiento de sus hinchas. Y no alimenta su ego con reportajes, sino con el aliento del Calderón. Su camino pasa por vivir realidades y no superficialidades. De ahí que su mensaje sea nítido: pide que les dejen vivir su realidad, partido a partido y entrenamiento a entrenamiento. Porque si su Atleti deje de pensar en eso, caerá a plomo. Cholo, tan hincha como técnico, enfatiza su homilía: no consuman, no escuchen, partido a partido. Y aunque sean las diez de la noche, agarren el bolsito, suban al autobús y vayan a la cancha. El ruido, para otros. El traje de favorito, para otros.
Simeone no compra la burra coja que vende la industria y el negocio se revuelve. Su obsesión, enfermiza, conseguir que diga lo que quieren escuchar, que es el candidato y que es el favorito. Material inflamable que llevaría el partido a partido hasta el programa a programa. No importa que eso no cambie nada, o que los hechos hablen por sí mismos. Sólo importa, por lo visto, que Simeone diga las palabras que convienen al negocio, las del favorito, las del iluso que vende la piel del oso antes de cazarlo. Y como él no pronuncia esas palabras, dicen que les aburre el discurso de Simeone, como les aburría el juego del Barça de Guardiola o la España que ganó la última Eurocopa. Así aburren los que dicen que se aburren. No deja de ser disparatado que parte del periodismo intente obligar al Atlético a admitir un favoritismo de papel cuché, interesado, que llega desde el gremio que hizo marca registrada y ganó cuartos con la zafiedad de El Pupas.
Simeone lidera, los atléticos le siguen. Y para disgusto del negocio, no piensan saltarse la dieta del partido a partido. Abrazado a ese mantra que engorda a su equipo y adelgaza las ventas de sus fiscales, el cholismo camina hacia la playa y tiene a la altura del muslo el agua de McArthur. En el horizonte, siete finales en Liga y una duelo brutal en Copa de Europa. Doble desafío para un equipo que elige el esfuerzo como camino de redención. Cuenta la leyenda que cuando era jugador, antes del partido ante el Albacete que decidía la Liga en 1996, Simeone dijo: “O ganamos, o morimos ganando”. En eso anda el Atlético, en ganar o morir ganando, aburra a quien aburra. Partido a partido. La venta de humo, para otros.
