Después de haber tenido el privilegio de vivir una noche histórica en el Alianz Arena tengo la sensación de que el mayor responsable de ese triunfo de leyenda no está recogiendo todos los elogios que debería. Ancelotti está haciendo un trabajo enorme, con la complicación añadida de que el modelo presidencialista de este Real Madrid siempre tiene al entrenador- menos al anterior- en el punto de mira. Desde que ha llegado al banquillo madridista el técnico italiano se ha equivocado muy poquito, por no decir nada.
Cogió una herencia complicada, con un vestuario dividido por la pésima y dictatorial gestión anterior y ha conseguido una simbiosis envidiable con todos sus futbolistas. Lo ha hecho a su estilo de tipo humilde, hijo de agricultor y con poco afecto por el primer plano. Ha apagado todos los incendios a golpe de ceja y se ha restado siempre importancia para poner el foco en sus futbolistas. LLegó a un club dividido, incendiado por un pirómano y lo ha convertido en una balsa de aceite que gana como siempre lo ha hecho el Madrid en su Historia: con buen fútbol, elegancia y un comportamiento perfecto.
Desde el gran Don Vicente del Bosque no ha habido un inquilino del banquillo madridista al que el traje le siente tan bien. Conoce a la perfección las virtudes y los defectos de una caseta de equipo grande como el Madrid y entiende que para guiar a este tipo de grupos es más efectivo el convencimiento que el ordeno y mando. Ha cogido el pulso a una institución tan complicada como este Madrid es un plis plas y, en condiciones normales, tiene que ser el entrenador madridista por mucho tiempo.
Las palabras de agradecimiento de Cristiano Ronaldo nada más terminar la gesta en Munich resumen el sentir general del vestuario y son el mejor reconocimiento para un tipo que entiende el fútbol como un deporte y no como una batalla diaria y cansina. Pase lo que pase de aquí a final de temporada la temporada de Carletto es de sobresaliente y ahora toca ir a por la matrícula. Con el italiano en el banquillo el Madrid ha recuperado su esencia de equipo respetado y admirado en el firmamento futbolero, admirado por sus futbolistas y en portadas por su fútbol y no por las macarradas y batallas infantiles impulsadas por el anterior cuerpo técnico.
Imagino que a estas alturas, los agoreros y malpensados que creían que el club iba a desaparecer después de la salida del entrenador especialista en caer en semifinales se habrán pasado ya al barco de este tipo tranquilo que no alza la voz, que prefiere quitarse importancia y que ha devuelto al club su identidad dentro y fuera del tapete. Todo el honor para Ancelotti.
